Me pregunto qué pasaría si de repente pierdo el sentido del
oído y de la vista. Cierro los ojos y me pongo unos tapones en los oídos para
imaginármelo. Nada. La nada. En mi mente se confunde una sábana negra y el más
profundo silencio. Pero hay vida. Mi corazón sigue latiendo y ello me impulsa a
querer superarme a mí misma. Pongo mi mano en el pecho y siento los latidos.
Rítmicos, fuertes. Como la esperanza y el saber que sí se puede seguir adelante
con la ayuda de los demás y de mí misma. Y sobre todo, sabiendo que ese corazón
continuará guiándome hasta el fin de mis días. Jessica Peña Més que dos Comunicació